Estaba encima de otros ejemplares idénticos, mirándome de frente. En su portada, una imagen en tonos sepia. Dos personas, hombre y mujer, mujer y hombre, caminando por una playa de la que parecen los únicos dueños.
Buscaba el último libro de esta autora, quería que su lectura me acompañase una vez volviese a bajar al sur. La vida puede estar tejida de momentos dulces entrelazados de penalidades. Estas últimas suelen venir solas; los momentos dulces pueden venir a través de la lectura o cualquier otro momento disfrutado de verdad.
Vi el título. Me llamó la atención. Leí la contraportada. Era, en parte, mi historia. Ya no busqué el libro que originariamente me había traido aquí; éste me cautivó. Un cambio de perspectiva, de enfoque, de aires. De igual modo que en Harry Potter la varita escogía al mago, quizá este libro me haya escogido a mí. Uno tiene que estar atento a los mensajes subliminales que hay tras las pequeñas casualidades. A veces no sabemos aprender de otra forma. Se parece a lo que les ocurrió a los dos protagonistas en su paseo por la playa:
- ¿Te has fijado? -preguntó Sara, siguiéndole los pasos-. No andan hacia atrás, sino de lado.
Juan no tuvo que esforzarse mucho para comprobar que su interlocutora decía la verdad.
- ¡Es cierto! -admitió, alborozado como un niño pequeño-. ¡Qué increíble!
- ¿A que sí? -insistió ella-. La primera vez que lo vi me quedé pasmada. Toda la vida oyendo lo mismo, y ahora resultao que es mentira. Por eso me gustan. Porque no retroceden ante los obstáculos, sino que los rodean, que es una manera distinta de huir. Son astutos, pero no cobardes, ¿te das cuenta? He decidido que me caen muy bien los pobres cangrejos.
-Juan estaba de acuerdo-. Tanta mala fama, y tan injusta...

¿Rodear el obstáculo es siempre huir, o un cambio de perspectiva para atacar ese obstáculo?