sábado, 23 de diciembre de 2006

11. Soldadito Marinero


Creo que es la canción que mejor describe tus grandes "hazañas". En tu vida apareció la sirena de la cartera llena. Te costó, pero me reconociste que no era la mujer de tu vida. La mujer de tu vida, mal que acabara pesándote, era la que ambos conocimos. Me alegro de que te dieras cuenta, aunque ya no importara a efectos prácticos. A efectos íntimos sí que importó. Al menos a mí.

No pienso mostrar tu perfil más amargo ni tu cara más dulce. Un año después echo de menos las dos partes. Las llamadas rápidas y cargadas de estrés de alguien que no tiene tiempo libre apenas, y que aprovecha que está en la ciudad para hablar con su hijo. Quedadas en los lugares donde nunca pensé que entrarías conmigo. Recuerdo el día que fuimos a ese restaurante y nos apostamos que no serías capaz de llevarte el abrecorchos.

No volví a apostar nada contra ti. So kinki.

Tampoco quiero mostrar que todo fue maravilloso, porque nos lo hiciste pasar realmente mal. Hay quien todavía no te lo perdona, aunque ahora eso tampoco importe. A nivel íntimo, hay a quien sí. En este caso, a mí no. Sé que tú también lo pasabas mal.

Si tengo que decir algo que me enseñaste... perdona que sea malo y tarde en seleccionar, reconóceme que no hay mucho donde elegir... Si tuviera que decir algo que me enseñaste, lo enlazaría con lo que dice la canción: "Después de un invierno malo, una mala primavera". Tú no lo pensabas así, pensabas que cada cual puede pintar sus primaveras del color que quiera. Aunque las circunstancias apaguen o ennegrezcan a veces nuestra paleta personal.

Era elegir entre eso y cuando me explicaste cómo se hacía la regla de tres. Prefiero quedarme con la enseñanza de los colores. Así, cuando me digan que me parezco a ti, no me lo tomaré a mal. No podría, después de compartir los últimos meses contigo. Cambiaron toda percepción sobre las cosas que yo pudiera tener. También cambiaba tu percepción, y eso te honra.

Descansa en paz, marinero. Nos vemos en los bares, buscando sirenas. Hasta la vista, Al-Mirante. El que todo lo mira.

domingo, 10 de diciembre de 2006

10. ¿Cómo se hace?

Tendrás que perdonarme otra vez. De nuevo volví a ser un despiste y no posteé tu entrada. Ni por ser más ni por ser menos. Hace ya tiempo escribí sobre ti, sobre mi único hermano, aquél que me recuerda que existe el género masculino entre tanta bella mujer que me rodea.

Siempre tuve el convencimiento de que llegarás donde quieras llegar. No te daba la nota y lo volviste a intentar. Querías hacer Medicina, y ahí estás. No deja de ser curioso, ya que de pequeño pedías a gritos una sábana para tapar el más mínimo corte. La sangre, que tiene ese color tan llamativo, te mareaba. Y ahora ya ves, adicto a las series de forenses y hablando con la peque de cosas raras que sólo entendéis futuros doctores y futuras enfermeras.

Ella desde siempre supo pasar por encima de tus defensas. La peque. Ella ahora te ve y lo pasa muy mal. Dice que hace poco tú te sentabas a su lado y le exigías que te escuchara porque tenías cosas que contarle. Ella se agobiaba y te mandaba a paseo. Está triste porque ahora ya no tiene oportunidad de mandarte a paseo. Está triste porque ya no te acercas a ella. Ni a la tramposa que hace puzzles del revés. Ni a mí. Te nos alejas.

Y yo no sé cómo se hace eso de entrarte dentro del alma. Soy muy torpe y necesito que me enseñes. No sé cómo se hace eso de hacerte sentir importante para mí. Lo has sido siempre, lo eres ahora. Y si no estás bien, infinitamente más. No sé cómo lo hacen aquellos en los que confías, aquellos a los que te abres. Me gustaría ser uno de ellos y no para cotillear ni echarte cosas en cara, sino porque me importas. No sé cómo hacer para estar cerca de ti. Tú no estás cerca de mí, sino que siempre estuviste dentro de mí, aunque no lo sabes. Me dueles, hermanito.

De tanto cariño, dueles. Y no sé cómo se hace para cambiar lágrimas por sonrisas esta vez. Ayúdame. Prometo no rendirme contigo. Prometo dejarme ayudar para ayudarte. Prometo confiar en el milagro.