Tres, eran tres las mujeres que se escuchaban de fondo en la sala de espera. Amiguísimas, divinísimas, perfumadísimas, cortándose unas a otras mientras su conversación se desarrollaba a toda velocidad. Parecía una kedada del tipo "Sexo en Nueva York", pero con mujeres de cuarenta y tantos, acento andaluz, y sin zapatos de Manolo Blahnik de por medio. ¿El tema de conversación? Despellejamiento del hombre a tres bandas. A veces pienso si no debería ser disciplina olímpica o algo así.
Evidentemente, las voces alegres y poderosas de estas mujeres acaparaban la atención de la sala, aunque nadie lo reconocería. Miré el libro que me estaba leyendo y pensé que sería de necios intentar leer en esa situación. Sería más sensato y divertido hacer como los demás y convertirme en interlocutor callado de esa conversación.
Entonces me di cuenta. La conversación de tres hacía tiempo que no era tal. Una de ellas hacía tiempo que no hablaba. No miraba más allá de la baldosa sobre la que se posaban sus pies. Parecía estar ajena a la realidad que la rodeaba, y a las palabras que sonaban a uno y otro lado sin sentido aparente. Se encuentra en medio de la amiga que pone de vuelta y media al ex, y de la que aún no se explica cómo quien hace poco fue su pareja pudo cambiar tanto sin ella enterarse. Es una conversación sorda entre dos personas que hablan sin apenas escucharse. La tercera está en medio, en tierra de nadie.
Se pone en pie; acaban de llamarla a consulta. Sus dos amigas la miran alejarse, calladas. Ella entra y cierra la puerta. Las otras dos, previo inciso "Ya verás que no es nada", prosiguen su conversación, carente de todo interés para mí. Mis pensamientos giraban en torno de quien ahora estaba en consulta.
Sus dos amigas, a su modo, hacían sangrar su negra experiencia. A veces se sangra con música en las palabras y un ritmo de conversación desenfrenado. Otras veces, el silencio es sanador mientras la sangre brota de una herida, de un miedo o de pura inseguridad.
La realidad vana se difumina ante los ojos de quien está esperando algo.
Deseo que no sea grave y puedas dar algún sentido a aquella conversación de la que escapaste.