domingo, 24 de febrero de 2008

117. La Sala de Espera - II


Tres, eran tres las mujeres que se escuchaban de fondo en la sala de espera. Amiguísimas, divinísimas, perfumadísimas, cortándose unas a otras mientras su conversación se desarrollaba a toda velocidad. Parecía una kedada del tipo "Sexo en Nueva York", pero con mujeres de cuarenta y tantos, acento andaluz, y sin zapatos de Manolo Blahnik de por medio. ¿El tema de conversación? Despellejamiento del hombre a tres bandas. A veces pienso si no debería ser disciplina olímpica o algo así.

Evidentemente, las voces alegres y poderosas de estas mujeres acaparaban la atención de la sala, aunque nadie lo reconocería. Miré el libro que me estaba leyendo y pensé que sería de necios intentar leer en esa situación. Sería más sensato y divertido hacer como los demás y convertirme en interlocutor callado de esa conversación.

Entonces me di cuenta. La conversación de tres hacía tiempo que no era tal. Una de ellas hacía tiempo que no hablaba. No miraba más allá de la baldosa sobre la que se posaban sus pies. Parecía estar ajena a la realidad que la rodeaba, y a las palabras que sonaban a uno y otro lado sin sentido aparente. Se encuentra en medio de la amiga que pone de vuelta y media al ex, y de la que aún no se explica cómo quien hace poco fue su pareja pudo cambiar tanto sin ella enterarse. Es una conversación sorda entre dos personas que hablan sin apenas escucharse. La tercera está en medio, en tierra de nadie.

Se pone en pie; acaban de llamarla a consulta. Sus dos amigas la miran alejarse, calladas. Ella entra y cierra la puerta. Las otras dos, previo inciso "Ya verás que no es nada", prosiguen su conversación, carente de todo interés para mí. Mis pensamientos giraban en torno de quien ahora estaba en consulta.

Sus dos amigas, a su modo, hacían sangrar su negra experiencia. A veces se sangra con música en las palabras y un ritmo de conversación desenfrenado. Otras veces, el silencio es sanador mientras la sangre brota de una herida, de un miedo o de pura inseguridad.


La realidad vana se difumina ante los ojos de quien está esperando algo.

Deseo que no sea grave y puedas dar algún sentido a aquella conversación de la que escapaste.

domingo, 17 de febrero de 2008

116. Supervivientes

Vuelve la calma a la casa, aunque echaré de menos las risas, los ruidos, los lloros y demás cosas que me han regalado las ratas y sus papás durante estos días.

Sigo sin tener mucho tiempo, y pido perdón por adelantado por no actualizar más a menudo. Sé que no es obligación, que es ocio, pero de todos modos intentaré visitaros más a menudo.



Dicho todo esto, vamos al lío.


Algunos ya sabéis que este año vuelve a haber oposiciones, y vuelvo a intentarlo. A veces me siento como aquél que echa la lotería todas las semanas sabiendo que gran parte del resultado depende de la suerte. Como también hay un porcentaje que depende del estudio, en ello estoy.

Una de las partes de la oposición es una audición en inglés, y como eso es difícil de preparar estoy bajándome series en habla inglesa, realities y demás. Entre ellos, "Survivor". Los supervivientes españoles son de risa comparados a los americanos. No sólo viven en situaciones más extremas, sino que compiten con hacha.

Para ganar el millón de dólares sudan tinta china, hablan con unos y con otros para hacer o deshacer alianzas. La frase que más repiten es "This is a game", es un juego. Parece que eso justifica las puñaladas traperas, los insultos, las mentiras, las zancadillas, el machaque de autoestima ajena y demás. Lo más sorprendente de todo es que en el programa final se sigue justificando todo con la misma frase. Es un juego. Aunque me hayas hecho daño, voto para que te lleves la pasta, porque es un juego.

No sé si esa es la forma en que nos debemos comportar en la vida, o es sólo si hay dinero de por medio. A lo mejor estoy sacando un poco las cosas de madre, pero no creo que todo esté justificado para llegar a un fin. También es cierto que en este tipo de "juegos" hay que hacer pasar por encima de los demás para ganar, y quien va de buena persona es eliminado inmediatamente.

Es como si se pensase que los actos no importan en tanto en cuanto la persona que actúe así tenga la espalda bien ancha para aguantar lo que le venga después. Es sobrevivir a base de cualquier cosa. Supongo que es en parte por la cantidad de dinero, en parte por las condiciones en que tienen que vivir. Es muy difícil saber la verdadera motivación del corazón humano.

Esta edición del programa que acabo de ver tuvo una final en la que el jurado, compuesto por los ocho anteriores expulsados, tenía que votar a uno de los dos últimos supervivientes para que se llevase el premio. Eran un hombre y una mujer. Ella pecaba de carácter, de decir las cosas tal cual, doliesen lo que doliesen. Se jactaba de haber ido siempre con la verdad por delante, a su manera. Él había jugado con todo bicho humano que pisó en la isla, y uno tras otro fueron expulsados delante de él. Hirió los sentimientos de varias personas de una forma bastante profunda. Pero claro, era un juego. Y había que votar. Ganó él.

Es difícil ser juez de esas cosas, sobre todo cuando nadie merece ser juez de nadie.

Y sin embargo, mi oposición tiene juez. Espero que ni en la oposición ni en la vida tenga que hacer cosas fuera de ética para seguir adelante. Por mucho que sea una competición. Por mucho que mi futuro dependa de ello, no quiero que se trate de sobrevivir a toda costa. Me basta con vivir. Esa es la historia.


I will survive
As long as I know how to love I know I'll be alive
I've got all my life to live
I've got all my love to give
I will survive

miércoles, 13 de febrero de 2008

115. ¿Cómo me Defiendo?

Hace un rato recibí una llamada de una compañera de facultad. Ella ejerce de profesora de inglés para adultos. Me contó que ayer se encontró con un problema, y no sabía muy bien cómo ayudar. Yo tampoco supe muy bien cómo ayudarle.

Una de sus alumnas, con la que está muy contenta, inesperadamente dijo que no haría el examen. Finalmente concertó una cita para hablar, porque esa chica no estaba bien. Algo pasaba. Entonces se descubrió el pastel: acoso laboral.

Da rabia ver que hay gente por el mundo que ejerce su poder sobre las personas sin considerar el efecto que ese poder tiene sobre los demás. Esta chica ahora está con una baja médica por depresión, aliñada con crisis de ansiedad.


La primera idea que posiblemente ronde por nuestra cabeza sea que cada cual tienen que buscarse la forma de mostrar la menor vulnerabilidad posible. Mecanismos de autodefensa. Quererse, y cuidarse. Es tan sencillo y tan complicado, y tan injusto, que lo más posible sea que las palabras sobren y se necesiten los gestos. Sobre todo ahora, que imagino que esa chica no tiene ni la fuerza ni la motivación para hacer esa tarea por sí sola.

Seguramente haya tantos consejos como personas que los den, y a la vez todos diremos que son sólo consejos, que no tienen por qué seguirse al pie de la letra. La vida de cada cual funciona de distinta manera, y lo que vale para ti, para mí puede que no. Al fin y al cabo, tenía razón aquél que dijo que los consejos son sólo reminiscencias de una vida no vivida.

Qué bonito es a veces el papel del profesor, y qué complicado. Te deseo mucho ánimo, eres una grandísima profesional. Y a tu alumna, mucha fuerza. Esto también pasará.



PD. Lo de la foto es especial para las niñas. Que sepan que yo también sé poner fotos de mujeres sensuales y sin ropa cuando quiero, ea.

sábado, 2 de febrero de 2008

114. Maniáticos del Control


Los domingos por la mañana mamá preparaba chocolate con churros para desayunar, y mi padre se levantaba temprano para comprar el pan y el periódico. Era la rutina de un día especial que se repetía cada semana.

Durante un tiempo, en ese periódico hacían una entrevista a alguien importante. Era como un test donde el entrevistado hablaba de sus miedos, de sus personajes históricos o de ficción favoritos, de las cualidades que prefería en un hombre y en una mujer, y de unas cuantas cosas más. Recuerdo haber leído unas cuantas entrevistas en ese periódico que mi padre traía los domingos.

El otro día, hojeando una revista, vi el mismo tipo de test, también contestado por alguien conocido. Eran las mismas preguntas, y entre esas preguntas estaba aquella que más me llamaba la atención: "¿De qué forma le gustaría morirse?"

Yo no soy una persona tan importante como para que alguien me entreviste y me pida opinión sobre esto, pero si se trata de hablar por hablar mi respuesta sería "De ninguna de las formas". No sé el cuándo ni el cómo en este caso, como también desconozco el cómo y el cuándo de otras muchas cosas. En realidad, controlo muy pocas cosas en mi vida. Menos de las que pienso y de las que la sociedad se empeña en hacernos pensar.



Lo único que controlo es mi respuesta a los cruces de caminos que se me presentan cada día. Controlo la respuesta, pero no las consecuencias. En definitiva, cuando controlo, lo hago parcialmente. Decidir uno u otro camino es una especie de placebo, algo que tiene los efectos del control pero que no es control real. Imagínate entonces el ilusorio síndrome de abstinencia de aquél que creía tener el poder y el control, y cayó en la cuenta de que o bien lo perdió, o bien no lo tuvo nunca. ¿De verdad el control da seguridad?

Paradójicamente, la sensación de no controlar más que los pasos que doy me hace libre. Recibo estímulos por todas partes: la sociedad, las modas, las tradiciones, mi propio yo me envían mensajes a la hora de decidir. El hecho de recibir esos mensajes no implica que diga a todo que sí, por lo que la tan manida frase de "es que yo soy así", o "la culpa la tiene la sociedad", no me valen.

No controlo, pero no me controlan. Dentro de lo poco que puedo elegir, elijo aquello que me hace libre. Abajo los clichés y las frases carentes de sentido. "Yo soy yo y mis circunstancias", que diría Ortega. Solamente que mis circunstancias no siempre las elijo yo, pero ser quien soy sí.