
Algo así tendrían que poner en la tele. Es un mensaje claro, conciso, con una única interpretación: ¡que no cunda el pánico! ¿No hay tres consejos en los anuncios de productos farmacéuticos? Pues para las rebajas, lo mismo.
El fenómeno de las rebajas es diferente dependiendo del lugar. Si estando por aquí me basta tener un hueco libre para ir a las rebajas, en Madrid se necesita un boquete de tiempo libre. Las mismas diferencias ocurren en cuanto a distancia y cantidad de personas. Sin embargo, hay una cosa en la que casi todas las rebajas de casi todos los lugares coinciden: el tipo de "fauna de las rebajas", que parece dormitar durante el año y sólo despierta en estas fechas tan especiales. Como los osos cuando hibernan, pero con tarjeta de crédito.
El caso es que el otro día me fui de rebajas, y fue como estar dentro de un videojuego en el que los enemigos pueden salir de los sitios más insospechados. La señora que aparece de repente con el carro de la compra, supuestamente del hipermercado de la planta baja, y se mete en una tienda de moda para hombre. El carrito del niño que aparece igual de repentinamente, acelera, para brutalmente justo delante de ti, haciéndote colisionar con el conductor del carrito y pidiendo disculpas por no haber visto a tiempo el ¿intermitente? El niño que sale corriendo a esconderse, y tras él una voz amenazante: "X, ¡te vi a ponél culo común tomate!", haciendo competencia a los decibelios desparramados a través del hilo musical del centro comercial. Aquel vecino de la zona que se cobija al calor de la calefacción del edificio para pasear a su perro, ocupando ambos dos todo el pasillo en diagonal. Una persona que se acerca a las escaleras mecánicas y mira arriba y abajo con cara de asustado. No es un suicida, simplemente está perdido. Lo vi en la segunda planta hará un rato, y de ese tiempo a esta parte aún no se ha tirado barandilla abajo. Una pareja que discute hasta que alguien les pregunta cuál es la entrada al hipermercado, y entre los dos intentan ponerse de acuerdo para dar la mejor de las indicaciones. Ese señor que hace un esfuerzo para cambiar su estilo y para ello elige la misma prenda con distintos colores. Las dos hermanas que van con la madre y se pican la una con la otra cuando una prenda ceñida le queda bien sólo a una de las dos...
De toda la fauna, me quedo con aquél bendito de la tienda con los probadores 2x1, es decir, que no están separados por género. Estoy probándome alguna que otra cosa, cuando de repente aparece una mano por encima de mi puerta, colgando suavemente un bikini, y con la voz igual de suave me dice: "Cari, esta es una talla más, como decías". Me dieron ganas de decirle, con la misma suavidad: "Gracias cielo, eres un encanto pero soy una tabla y no lleno la parte de arriba". De todos modos creo que captó la indirecta cuando me vio salir del probador.
Al final salí de las rebajas con alguna prenda que me gustó, y con la sensación de haber estado por un momento dentro de un "Gran Hermano capitalista". Entre las cosas buenas aprendí que aunque haya prendas que no estén debidamente etiquetadas con el nuevo precio, igualmente se rebajan. Fue un alegrón, casi le doy un beso a la cajera. Si en su camiseta no llega a poner aquello de "I'm not your bitch", quizá.
Quizá vuelva a rebajas, quizá no. Lo que sí que entiendo ahora es el agotamiento de las "fashion victims", el gesto de quien lo mira todo con la boca abierta o el nerviosismo ante tanta gente y cosas por ver y escoger. Como un monologuista dijo una vez sobre IKEA, la mejor forma de ir y disfrutar es ir fumao. O, en su defecto, porque se necesite. I don't wanna be a fashion bitch!