martes, 17 de julio de 2007

76. Amanece la Ciudad

Una vez dijiste que, cuando no tenías ni la orientación ni las fuerzas para caminar, necesitabas agarrarte a algo que para ti fuese estable en ese momento: planes nuevos, personas nuevas, para crear ilusiones nuevas. Dudabas de si eso era algo natural, si estaba bien, o si era algo artificial que se caería por su propio peso devolviéndote a tu soledad.
Hoy te entendí.

Amanecer en Cádiz

La casa aún no ha despertado. Todo duerme, salvo yo. La corriente de aire de la mañana que se cuela por la ventana invita a quedarse un poco más en la cama, una cama cuyo colchón está hecho de piedras que se me clavan al cuerpo. Tengo que salir, aunque sea con la simple excusa del pan y el periódico.

La ciudad va despertándose a mi paso y al abrigo de la sonrisa de esa chica que, en medio de la calle, quiere guardarlo todo en su minimalista videocámara. Ha escogido un lugar estratégico, una esquina que une dos largas calles que desembocan en la plaza. Apartado, un poco más lejos, en un tercer plano, su chico la mira embelesado y espera a que ella agote su momento. Cuando llego a su altura, ella se da por satisfecha, y juntos cruzan abrazados un paso de cebra sin testigos... salvo mis ojos.

Supongo que estoy siguiendo la calle que hace nada subieron ellos dos. El suelo tiene un rastro de estrellas de purpurina, como si fuera el Paseo de la Fama de Hollywood pero en cutre. Mientras bajo la calle, toco las estrellas con los pies mientras las voces de un grupo de turistas extranjeros me desvía de mis pensamientos.

A estas horas, sólo los turistas están despiertos. Los kioscos aún no han abierto; éste es el segundo que encuentro en mi camino, cerrado con unos cuantos candados. Sigo caminando, y cada vez veo más turistas que parecen salir dispuestos a comerse el día imagen a imagen. Soy incapaz de entender nada de lo que dicen. Incapaz de distinguir su idioma.

Es justo entonces cuando paso al lado de un puesto de helados, también cerrado, pero que abre una puerta para mi aprendizaje vital. En un listado donde se enumeran las bebidas, precios y horarios, se ofrece un servicio extra: "Se hablan idiomas por gestos". La frase me hace gracia, me río del humor andaluz por un momento, y mi risa se torna silencio cuando caigo en que, tras años de estudiar lenguas, el lenguaje corporal es lo que acerca a las personas la mayoría de las veces.

El tercer kiosquero también saluda al nuevo día, si bien los periódicos todavía están sin preparar. Sin embargo, ya me hice a la idea de que tendría que caminar hasta la tienda del centro, que abre pronto, y ya de paso compraría el pan en el horno cercano. Da gusto seguir caminando, con esta brisa que me cuida abriendo y ensanchándome el pecho. Echaba de menos liberarme de esa presión, de la pata de elefante. Poco a poco.

He llegado a la tienda de periódicos, y lo primero que me extraña es que fuera hace más fresco que dentro. Poco tiene que ver que ahora esté en el lugar con más aire de la Ciudad del Viento. Periódico en mano, en dirección al horno, encuentro a un operario de la limpieza y a una empleada de unos almacenes que refresca la entrada al establecimiento con una manguera. No sé qué piropo le habrá dicho el operario para que ella le responda, mitad en serio y mitad picarona:
- ¡A que te mojo con la manguera!
A lo que él, con un humor envidiable, responde:
- ¡No mezclar la manguera y el mojar, que me "queo" loco, niña!
Sí, creo que a la chica le gustó. Mientras me alejo, oigo ecos de su risa.

Comprado el pan, ahora toca subir la calle que antes bajé, pero por cambiar decido hacerlo por la otra acera. En dirección contraria, un chico con una camiseta de colores chillones y cabeza gacha baja la calle. A unos metros de distancia, una chica grita al viento palabras que yo no entiendo y que él no quiere escuchar. Recuerdo el puesto de helados, y sus gestos denotan decepción. Los de él, cansancio.

Debo girar a la derecha. Qué tonto, debo cambiar de acera otra vez y no hay paso directo para hacerlo sino rodeando toda la glorieta. Desde varios ángulos veo cómo la chica ha llegado a la altura del chico. Ella habla; él escucha. Cruzo otro paso. Cuando vuelvo a mirar, están abrazados. Tras cruzar el último paso, y antes de girar a la derecha, han desaparecido.

Falta poco para llegar a casa, y me descubro mirando al suelo, concretamente a los pies de una mujer de mediana edad, posiblemente nórdica, de piel blanquísima. Un aro abraza uno de los diminutos dedos. A su lado, otro par de pies, embutidos en zapatos duros y cerrados, y amortiguados por unos calcetines blancos y largos que llegan casi hasta la rodilla. Levanto la vista y sus caras sonríen con absoluta compenetración. Dos looks completamente diferentes, aunque en lo esencial se unen y disfrutan.

Ya en mi calle, en un banco, encuentro una pandilla de tres: dos chicos y una chica. Del bolso, ella saca un paquete de bizcochos para repartir. No hay bebida, sólo bizcocho.

Tengo sed, y subo a casa. Tengo sed de compañía. Vivificado y sonriente, preparo nuestro desayuno. Mi banda sonora comienza con los acordes de "Volver a Disfrutar", de los Locos.
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Dijiste que esta ciudad y tus sueños te salvarían. ¿Habrá milagros que ocurran dos veces?

11 comentarios:

•Mar• dijo...

Los milagros ocurren siempre y cuando menos los esperamos... asi como la soledad q es tan relativa como misteriosa... siemplemente ocurre.
Vos no estas solo eh? habemos muchas personas q te tenemos un gran cariño y q dariamos mucho por acompañarte cuando lo necesites, ya sea para ir a por el pan o solo para q decirte lo mucho q vales a traves de algun idioma gestual ;)
Un abrazo Javi :)

Guitarrero dijo...

¿Tú sabes lo bien que se respira?

Vale tanto la pena buscar el milagro...

Anónimo dijo...

me hubiera gustado tanto haber podido ir... :(

en fin...pa otra vez sera

ngl

Bett dijo...

A mi me gusta sentir que respiras bien, y que apuestas al milagro!

te dejo un besote!!

:-**

titania dijo...

HOLAAAAAAAAAAAAAAAA!!

Peque a por el milagrooo, vamossssssssss.

besitos mil muakkkkk

Guitarrero dijo...

ÁNGEL:
Si el plan A falla, habrá que hacerse un plan B. Prometiste que nada te estropearía el verano, y eso en sí es un planazo. Seguro que sabes disfrutar, sea el plan que sea.

BETT:
A mí me gusta ver que caminas sonriendo. ¿Las apuestas son adictivas? :)

MARTA:
Uno de los pequeños milagros que espero es que me cuentes con tiempo cómo estás, si te sentó bien el parón y si vuelves a tener el depósito lleno de fuerzas. ¿Lo harás?

Bett dijo...

¿Las apuestas son adictivas?

jajaja! claro que si!, por lo menos para mi si!, para vos no?

Ademas entre hoy y mañana pienso darme una sobredosis, porque luego vendran 10 dias de abstinencia! :P

Anónimo dijo...

Acabo de descubrir tu espacio gracias a que no has pasado en silencio por el mio.
Los milagros existen,por supuesto!.Solo hay que tener fe en ellos para que se cumplan.
Y no lo dudes, el lenguaje gestual es el más universal.
Un beso... seguiré paseandome por aquí si me lo permites.

Guitarrero dijo...

BETT:

La abstinencia es maaala, sobre todo si luego hay atracón y sobredosis. ¿Aguantará el cuerpo? :)


AMBROSÍA:

Bienvenida, ave nocturna.

Sí, los milagros existen. Si no, ¿para qué conservar la fe?

PD. ¿Puedo llevar néctar a tu fiesta? Es lo que pega con la ambrosía.

M@rivi dijo...

Milagro es aprender a contemplar el mundo y dejar que la esencia de las cosas fluya en tu interior ...sólo eso, no hay nada q comprender, nada más algo que sentir!...emociones.
Realmente gracias, aprecio mucho que te hayas tomado un
tiempo para leer mi blog y dejar un comentario! thank you!

Guitarrero dijo...

Sí, eso se parece a un milagro. Mirar a la vida así hace que valga la pena vivirla.

PD. Con tu permiso, seguiré echando un vistazo. Tienes cosas importantes que decir.