viernes, 1 de junio de 2007

63. La Penúltima Putada - II

(Continuación de la entrada anterior)

Superada la primera parte, ahora hay que buscarse la vida para encontrar el instituto. Por fin parece que tengo suerte y encuentro a un par de chicas que muy educadamente me explican cómo se va. Ese tópico de que los hombres no preguntamos es un mito: la necesidad urgente de ir al baño puede más que eso.

Las chicas me cuentan que en su pueblo están de fiestas y que no tienen clase, pero que en este instituto conocen al Jeremi, al Sergio, a la Jenny y a más panda. "Gente mu chunga, profe, ¿sabes dónde te metes?". No me asusto mucho porque eso de 'gente chunga' va por zonas y no significa lo mismo en todos los sitios. De todas formas, voy al instituto para que me firmen un papel y pirarme a la Consejería de nuevo para volver a darme de baja. El paripé, vaya.

Ya dentro del instituto, a quien primero veo es a la Jefa de Estudios. Pequeña y nerviosa, se parece a un coche Micro Machine de esos que no se paran y que estresan con sólo mirarlos. Me lleva a la Sala de Profesores y, sin escuchar ni una palabra de lo que intento decirle, me pone los libros en los brazos y me dice que vaya al aula X porque me estaban esperando y así dejo descansar al profesor de guardia que está con esa clase. Intento explicarle, en vano, que tengo que irme. Ella habla muy rápido y no me entero de mucho, sólo de palabras sueltas: "Brutos... Fachas... Tutor... Veteaclaseyluegohablamos".

Ni me molesto en hacerme entender. Cojo los libros y me subo al aula. Abro la puerta y el profesor de guardia me mira con cara de liberación. Casi que da gracias al cielo. No es para menos: un chaval tiene medio cuerpo sacado por la ventana y juega con otro compañero a ver quién tira el gapo más lejos; otro está levantado, haciendo dibujos manga en la pizarra; las niñas están haciéndose tatuajes con el compás ("es que somos amigas de sangre, profe")... y así podría seguir. ¡Ay Javierín, Javierín, qué será de ti!

Intento explicarme, pero no he dicho más que mi nombre y ya me interrumpen para hacer preguntas que supondrían un gran cambio en sus vidas: "profe, ¿tú sabes inglés?", "¿hay que sacar los libros?", "¿que vas a dar clase?"... para terminar con un: "Joooder galán". Porque allí, en vez de decir 'chaval / tío / macho' o similar, dicen 'galán'. Lo aprendo rápido, y a los cinco minutos ya hablo su idioma: "¡Cállense, galanes!"

Sí, les hablo de usted. A estos, sí. Ya he leído por encima las anotaciones de la profesora a la que sustituyo, y veo que hay un chaval que jamás saca el material en clase. Es imposible conseguir que haga algo y todo el mundo le da por imposible. Supuestamente, él no da la brasa y no molesta. Es como un pacto de no agresión entre él y el profesorado. Sin embargo, tarda poco en empezar a tirar bolas de papel a los compañeros y a gritar como un loco. Paro en seco la explicación y le digo con el gesto muy serio: "¿Quiere usted dejar de comportarse como un... ? ¿Quiere usted dejar de comportarse ASÍ?". El chaval se levanta y se pone en jarras para preguntarme: "¿Como qué, eh? ¿Que no me comporte como qué?". Mi respuesta: "Como un payaso". La suya: "¡Anda, payaso tú! ¡Mira el galán lo que dice!". Opto por mandarle callar y continuar la clase, pero el chaval sigue increpándome a media voz. Pasa un rato, y ya le ha caído el primer castigo por mi parte: se queda sin recreo.

Tanto si en ese recreo estoy yo como si está otro profesor, al menos el chaval parece callarse, aunque más tarde sabré que su venganza no tardará en llegar. Mi atención ya estaba centrada en otro 'fenómeno' de la clase, que se ha levantado y ha tirado una botella de agua (con agua) a la cabeza de otro chaval. Lejos de levantarse el otro y liarse a tortas, el agredido empieza a partirse el culo de la risa y llamar al agresor 'crack': "¡Galán, que me hago pis contigo!". Desde ese momento, ese alumno ha pasado a ser el 'alumno sadomasoquista'. El agresor, a mi petición, se ha levantado y ha recogido la botella de agua a su manera: como si fuese el mismo Ronaldinho, intenta subir la botella hacia su mano a base de patadas.

Al rato, toca la campana. Evidentemente, no he podido dar nada de materia. Ni siquiera he podido enterarme de por dónde van. En realidad, ni siquiera he podido pasar lista.

Cuando salgo de clase, me las prometo felices. ¡Ay Javierín, Javierín, pedazotrozocacho de iluso!

2 comentarios:

titania dijo...

Javi llevaba dos o tres dias preguntandome donde estabas, no puedo creerlo, ha vuelto a suceder, que les pasa? estas de baja, aun recuerdo tu ultima excursion a la ciudad sin ley y sus consecuencias, me enferma todo esto, me enferma.

Donde stás ahora? hay una tercera parte?

Dios mio!! qué mierda, me jode leer todo esto, me cabrea.

cuidate mucho por favor.

mil besos.

Guitarrero dijo...

Pues ya ves, esto no ha sido como la visita a Jerónimo pero también tiene muchas cosas para contar.

Ahora mismo estoy en Cádiz. Nada más llegar me tumbé. Si por mí fuese, todavía tendría los ojillos cerrados.

Que tengas un gran fin de semana, diva. Espero que las cosas vayan muy bien, o mejor.