viernes, 1 de junio de 2007

62. La Penúltima Putada - I

Volvió a pasar, volví a oír la frase mágica que hace que mis planes y mi modo de vida cambien sin previo aviso. Pensé que estaba todo solucionado, que en el trabajo no había ningún problema y que todo estaba en orden, pero no. Como siempre, una llamada rápida me alertó de lo que estaba pasando. De nuevo, la frase mágica: "Preséntese en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid que se le diga; tome posesión de una nueva plaza como profesor sustituto; en caso de que no lo haga, decaerá de las listas".

Decaer de las listas significa no trabajar de profesor hasta las siguientes oposiciones, siempre y cuando haya aprobado todos los exámenes. Significa irme derecho al paro por no personarme cuando soy llamado a sustituir en un instituto. Es el procedimiento normal y completamente aceptable, pero mi caso no es normal. Llevo ya un tiempo de baja, y es bien sabido que estando de baja no se trabaja. Por más que sea ilegal, inmoral, y todo lo que se quiera, no es la primera vez que ocurre.

La aventura comenzó anteayer, cuando me enteré a ciencia cierta de todo lo que pasaba. Tenía que ir de "excursión" a Madrid para tomar posesión de una suplencia a la que justo después renunciaría. Sí, un paripé, pero gracias a ese paripé mantengo mi puesto en los listados y pueden volver a llamarme cuando esté dado de alta. Ahora mismo, ese paripé me permite cobrar un sueldo. No pude solucionar el problema por teléfono, así que tuve que ir a Sevilla por si en el Organismo de Educación de allí podían echarme un cable.

¡Ay, Javierín, Javierín! ¡Pero qué iluso! No sólo no solucioné nada allí, sino que por obligación debía ir a Madrid, desde donde escribo. Hace un rato me han preguntado si no he echado de menos mi tierra, y no supe bien qué contestar. He estado de acá para allá todo el tiempo como para darme cuenta de que estoy de nuevo en mi tierra. Creo que he hecho más kilómetros que Fernando Alonso en el anterior Gran Premio, o así así. Ha pasado casi de todo, así que mejor resumo. Tomen asiento y un bol de palomitas.

Esta mañana voy a la Delegación de Educación que me ha "tocado", y la funcionaria que me dijo el destino que me "tocaba" casi que me pide perdón. Nótese por las comillas que esto de la asignación de destino es una lotería. El caso es que la localidad a la que he tenido que ir estaba a tomar viento, o mejor dicho, a tomar muuuchos vientos. Dos horitas de viaje desde casa, y seguía siendo la Comunidad de Madrid. Como digo, la funcionaria casi que me pide perdón. La pobre mujer me miraba con una carita como compadeciéndose de mi buena suerte. Busqué en un mapa dónde estaba ese sitio, y la buena mujer me susurraba: "Busque más abajo, un poco más abajo... más abajo". Esas palabras, susurradas en otro contexto, me harían ilusión. En este caso, mi cara era de pánico. ¡Tan abajo que casi me meto en Toledo y salgo de Madrid!

Después de preguntar acá y allá cómo llego al instituto, consigo dar con el autobús que lleva al pueblo. Porque no me engaño, es un pueblo. Y el autobús parecía una de esas antigüallas en las que se montan las mujeres de Villarriba para ligarse a los hombretones de Villabajo. El trayecto comenzaba con una buena carretera que a los pocos kilómetros desapareció, dejando paso a una carretera de dos carriles estrechísimos, de un solo sentido. Había curvas de visibilidad nula, de esas que hace que todos ladeemos la cabeza y cantemos mentalmente aquello de: "En el coche de papá /nos iremos a estrellar".

En una de esas curvas, casi nos damos de morros contra un camión que venia de frente. O cabía el camión o cabía el autobús. El conductor tuvo que pararse en seco, dar marcha atrás unos cuantos metros y esperar a que pudiese pasar el camión, con las ruedas mitad en la carretera, mitad en el "prao". Mientras ambos conductores hacían esa maniobra, vi conejos en el campo. ¡Conejos! Sí, ya me iba haciendo a la idea de que iba a acabar en un pueblo de estos por los que no pasa el tiempo.

Justo antes de llegar al final del trayecto, una plaga de chinches invade el cuerpo del conductor, que pisa el acelerador y se cree por un momento el rey de la carretera bacheada. Una furgoneta que llegaba detrás adelanta al autobús por una línea continua, y a los pocos metros frena en seco y sin dar ningún intermitente, gira a la izquierda y empieza a hacer una escenita tipo 'Welcome to Marlboro country' y se mete campo a través, así a lo bestia. El conductor del autobús casi se come a la furgoneta, al conductor, a un árbol y a otro conejito cegatón que pasaba por ahí.

Con el estómago revuelto, los nervios agarrados a todo el cuerpo, un mareo de tres pares y una ligera colitis... he llegado.

2 comentarios:

Bett dijo...

Solo...te voy a decir, que todo eso ya paso!...asi que tranquilo chanchi! no le hace bien a nadie pasar tanta bronca junta!
La mejor manera de desahogarte es escribiendo (yo más que nadie te entiendo)
Solo espero encontrarte...sereno y con sonrisas para regalar la proxima vez que hablemos!
(si no acudire a mi psicologia cosquillologa)

Te dejo un fuerte abrazo!
:-**

Guitarrero dijo...

Sí, ya pasó, ya pasó. La pregunta es: ¿Hasta cuándo?

Es verdad, me quedé como Dios después de escribirlo todo. En un par de días me partiré de risa nada más pensar en estos días.

¡Un bechote, chanchita!