sábado, 7 de abril de 2007

36. Tuentos para la Luna - I

Ya es de noche, pero parece que la luna no saldrá para mí. La busqué, y me dejó compartir un rato con ella, pero se fue y creo que no aparecerá más hoy. Para que tenga una noche feliz y tranquila, le traigo un cuento. El mismo cuento que empecé a leerle ayer.

"Sebastian era un niño delgado, ágil. Tenía el pelo negro, ensortijado con ricitos menudos, y unos ojos claros en medio de un rostro moreno como el de un gitano. Dos detalles de su fisonomía llamaron especialmente la atención de la criada: en primer lugar el brillo insolente que había en la mirada de Sebastian; luego, sus grandes orejas, tan separadas de la cabeza que parecía que iban a empezar a batir como unas alas a la primera corriente de aire que se levantase.
- Bueno, Oportuna, ¿qué piensas de todo esto? -dijo la señorita Úrsula un poco inquieta.
- ¡Que es un salvaje! -sentenció la criada con voz severa-. Yo que usted, le mandaría salir in-me-dia-ta-men-te por la ventana. Y luego, que entre por la puerta como todo el mundo.
- ¿Con la maleta y todo, señora? -preguntó cortésmente Sebastian.
- Con la maleta y todo, señor.
- ¡Hale, pásemela, por favor!
Y de un brinco igual al de la llegada, Sebastian se encontró de nuevo en la calle, iluminada por la nieve. Agarró la maleta que le tendían y la ventana volvió a cerrarse tras él.
La escena fue tan rápida, que la señorita Úrsula tuvo justo el tiempo de gritar:
- ¡Sebastian, quédate aquí, era una broma!
¡Ya, ya...! Igual que retener a un pájaro cuando le han abierto la puerta de la jaula...
Tía Úrsula encontró de repente el saloncito muy triste. Y detrás de la ventana, herméticamente cerrada esta vez, la voz del viento del invierno se había hecho lejana... "Adiós, adiós -murmuraba-. Me llevo a este niño ya que ustedes no lo quieren".
- Has sido demasiado severa, Oportuna, -dijo entonces la señorita Úrsula hecha polvo-. Un niño llevado por su padre, desde que nació, de aquí para allá por todos los países del mundo... y que ha viajado sólo desde la Martinica hasta Saint-Isidore... Si su madre viviese, ¿crees que habría consentido todo eso?
Pero la criada Oportuna no reaccionaba al discurso de su señora más que lo hubiese hecho un adoquín. Con el oído alerta estaba esperando un ruido que no llegaba: el de la aldaba de la puerta de la calle. Ya tenía Sebastian que haber levantado la manilla de bronce y haberla dejado caer para pedir que le abriesen. Sin embargo, nada de nada... Silencio. Un silencio solemne en el que se oía a las llamas de la chimenea contarle, riendo, sus locas aventuras al reloj de pared, ese aburrido señor que en toda su vida no había dicho otra cosa sino: tic tac, tic tac, tic tac...
"¡Dios mío! -pensó tía Úrsula-. No vaya a haberse vuelto mi sobrino a la Martinica... Ni, con lo testarudo que parece ser, vaya a ocurrírsele dormir en el exterior..."
Tampoco Oportuna -os lo aseguro- se sentía demasiado satisfecha.

(Los Alegres Viajeros, de Marcelle Lerme-Walter - Barco de Vapor, pp.10-12)

4 comentarios:

Bett dijo...

Te dejo un fuerte abrazo! la luna quizas se fue porque tenia que hacer... preparar un par de sueños para cuando otros se duerman.

Un bezote! que estes bien!

Guitarrero dijo...

No lo sé, pero en lo que no aparezca seguiré dejándole capítulos del "tuento" para que duerma con una sonrisa.

Un abrazote, Bett.

Bett dijo...

Javi, quiero regalarte algo, vos decime como hago para mandartelo por mail, o me escribis desde la cajita del bosque asi se tu direccion y te lo mando.

Un abrazo!

Guitarrero dijo...

Me encantará Bett.

No sé para qué quieres ver el cielo subida a un árbol, ¡con el cielote que sos vos!

Puedes encontrarme aquí: javi_caballero@hotmail.com

Gracias adelantadas por tu detalle.