sábado, 10 de febrero de 2007

19. Sala de Espera - I

Ella espera con el gesto imperturbable, sentada en uno de los asientos que dan a la ventana. Llevo viéndola desde hace unos días. Ella espera -supongo- para entrar a ver a alguien; yo espero para salir a ver a alguien. En la sala de espera todos esperamos algo. Su gesto es tremendamente triste; el mío le pregunta con la mirada. Ella es consciente de que la miro, y hace un tímido gesto para cerciorarse de que es así. Sus ojos chocan con mi mirada y rápidamente la esquivan. Y vuelve el gesto imperturbable.

Hoy éramos tres los que esperábamos, y pronto fuimos dos. Ella esperaba para entrar a ver a alguien; yo para que alguien me viera y, con suerte, volver a casa. Hoy, sin embargo, no tenía ganas de investigar qué podría pasarle. A fin de cuentas, antes de salir de casa el móvil volvió a dejarme colgado en una conversación que me estaba dando mucho que pensar.
"Piensa que estás aquí, y que eso es mejor que nada". En mi cárcel mental, hoy pensaba que no sé quién sale ganando por el hecho de que yo esté aquí. Desde luego, en ese momento yo no sentía que yo saliera ganando, pero a estas alturas del partido no voy a dejar de jugar. Así intentaba autocompadecerme pensando que tenía material de sobra para hacerlo, hasta que fue ella quien me habló:
- Siempre estás sonriendo y hoy no.
- Bueno, es difícil estar sonriendo todos los días.
- Ya. Yo no tengo ganas, pero tú no tienes que dejar de sonreír.
- Todos deberíamos sonreír un poco más, ¿no?
- Es que te veo hablando con la gente y sonriendo, y tienes que tener motivos para sonreír. Hoy también tienes que encontrarlos.
- Bueno, yo creo que todos deberíamos encontrar motivos, no sólo los que "vivimos" aquí.
- Yo pienso y no tengo motivos.
- Pero estás aquí, esperas algo.
- Sí, que mi madre se ponga bien. Pero luego todo será igual, las cosas no cambian.

Seguimos hablando durante un rato. Nuria piensa que su madre, cuando la ve, piensa en la violación que sufrió. Piensa que su madre la ve como un monstruo, como un recordatorio de algo muy doloroso. Dice que, aunque su madre se ponga mejor de sus dolencias, ese hecho no cambiará. Ella quiere a su madre, la quiere y la odia por haberla tenido. De todo esto, como era de esperar, manó una conversación muy personal sobre el aborto.
- Es que tú no lo entiendes. Dices que lo importante es estar vivo, pero así no vale la pena. Para que mi madre esté odiándome cuando me ve, prefiero no haber nacido.
- No digas eso.
- No la ayudaron cuando dijo que me tendría. Todos querían que abortara.
- ¿Pero no te das cuenta? El hecho mismo de que te haya tenido significa que para ella eres alguien importante desde que estabas dentro de ella.

Ella se puso a llorar y me enseñó una gran lección. Vine pensando en mí mismo, en que para mí, al menos hoy, no valía la pena seguir esperando. Camino a casa, vine pensando que lo que de verdad duele es pasar la vida pensando que no eres querido. Esa soledad sí que machaca la esperanza, y Nuria esperaba y esperaba en la sala. Con su gesto imperturbable pero las emociones a flor de piel.
Ojalá ninguno de los dos perdamos la esperanza y retomemos esa conversación en la sala de espera, en los asientos que dan a la ventana. Yo le prestaré mi sonrisa; ella a mí, su constancia.
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PD. Mañana, domingo 11 de febrero, referéndum sobre el aborto en Portugal. Personalmente, preferiría que hubiera muchas Nurias en el mundo. Pediré por ello.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No podemos estar de acuerdo en todo. pero a pesar de eso espero que continues aqui.

Guitarrero dijo...

Necesito que Nuria me dé la revancha: creo que salí ganando y me gustaría que con otra conversación lo dejásemos en tablas.

Cógeme un asiento a tu lado.

Anónimo dijo...

Solo alguien con "tu ángel" escribiría algo así.

Esperé a contestar tu post, porque las lágrimas, no me dejaban ver el teclado, que le vamos a hacer peque, eres mi debilidad.

Tus sonrisas son un regalo, tu esperanza y constancia siempre fueron una lección para mí.

Te queremos y te queremos por mucho, mucho tiempo ;).

Un abrazo con alas, de esos, que se acompañan de sonrisas y esperanzas, directos a tu corazón.

Marta.

Guitarrero dijo...

MARTA:

Allá donde la ciencia no llega, la esperanza, la fe y la constancia tienen su lugar. Qué suerte tienes, tú dispones de la ciencia, y del arte que desprende una personalidad como la tuya.

Gracias por hacerme partícipe de ella.