martes, 21 de noviembre de 2006

7. Creo en las Hadas

Sí, creo en las hadas. Creo que, de hecho, al nacer yo, una de ellas me tomó en sus brazos y me sonrió.

Dicen las buenas lenguas que apareció uno de esos días de invierno para dar un poco de luz a esos días de temprana oscuridad. Vino sin hacer ruido, entre el alboroto del cambio de año y las faenas diarias. Del mismo modo, casi sin darnos cuenta, decidió desaparecer de nuestra visión un cálido día de verano, cuando su llama no era tan diferente a la luz de los días de julio. Cuando la gente vivía con una sonrisa en la boca y disfrutando de momentos felices. Quizá pensó que ella ya había llevado a cabo su misión. Le dio apuro despedirse, y simplemente se fue en un sueño eterno.

Mientras pude verla a mi lado, no dejó ni por un momento de sostenerme en sus brazos. Incluso cuando le fallaban las fuerzas, incluso cuando podía con su paciencia. En los momentos en que eran mis fuerzas las que fallaba, recuerdo que su día empezaba antes de tiempo, justo cuando el mío, para acompañarme en el desayuno. Para no dejarme solo. Para enviarme un día más al mundo con fuerzas y su sonrisa. Con su beso de despedida en la puerta. "No escatimes un beso", me decías, "nunca sabrás si es el último que podrás dar". Reconozco que a veces temía volver a casa y que mi hada se hubiera ido. Por si no había más besos. Por si no había más desayunos compartidos. Por si no había más despedidas en la puerta. Por si no podía con el mundo sin ella.

Desde que se fue, mi fe en las hadas flaqueó. Como todo en mí.

Sí, sé que tienes razón. Me lo dices últimamente, que no te has ido. Que estás en el roce del viento en mi mejilla. Que estás en mi vello de escarpia y en mi garganta irritada. En mis sonrisas, y en mi corazón cuando se ensancha. Cuando se hace pequeño, tampoco quieres perdértelo. Pero no te veo. Mi fe en las hadas flaquea, lo sabes. Tengo miedo de que, una vez que yo también me vaya, no haya un mundo de hadas donde pueda darte el penúltimo beso. Cada día uno, o a cada momento. Siempre el penúltimo.

Tengo miedo de no volver a verte. Pero también tienes razón en una cosa. También escatimo en flores, y eso sí que está feo. Cambiar flores y recipiente de año en año es como empezar un día escatimándote el beso en la puerta. Prometo visitarte y dejar que recorras mi mejilla en forma de brisa, aunque allí hace un frío del carajo. Sí, siempre fui friolero y te metías conmigo. No entendías que viviera entre capas de abrigo. Ahora es tu abrigo el que busco. Y ahora, prontito, si me dejas, te pondré guapa. Siempre que pueda.

No dejo de pensar en ti. Tú estás en forma de viento. Y yo sé que tú también me llevas contigo. Te quiero. Siempre.

1 comentario:

titania dijo...

Las hadas viven en un mundo especial, un sitio donde siempre es primavera, donde no hace frio, donde el amor se respira unido al perfume de las flores.

Ese lugar, ¿sabes donde está?, en tu corazon, en tu alma y en tus recuerdos.

un beso para tí