miércoles, 11 de abril de 2007

44. Tuentos para la Luna - IV

Para Bett, por si de los alegres viajeros se le pegan las ganas de volar y subirse al árbol.

"¡Qué historia más extraordinaria! A Sebastian le hubiese gustado dar su opinión. Decir, por ejemplo que, a lo mejor, Rosalía se había marchado por la escalera sin que la viesen. Pero de pronto se acordó de que en la casa de al lado deberían de estar aguardándole hacía ya un buen rato. En consecuencia, sin hacer caso de los ladridos escandalizados de León, corrió a la calle y llamó con todas sus fuerzas a la puerta de la casa de tía Úrsula. Ni el menor ruido de pasos en el pasillo. Seguramente, Oportuna estaría buscándole por las calles de la ciudad. En cuanto a tía Úrsula, probablemente se habría dormido, de pena y de inquietud, en el sillón.
¿Qué hacer? ¿Pasar la noche en la calle con aquella nevada cada vez más intensa? Imposible. Sebastian regresó, pues, a la tienda. En la caja no había nadie. Timoleón, seguramente, había subido al desván a llevarle el paquete de velas a su amo.
"Vamos arriba -pensó Sebastian-, seguro que allí habrá algún rincón donde pasar la noche."
Sin dudarlo, el muchacho subió de cuatro en cuatro la escalera de la trastienda, hasta el último piso de la casa. Llegó a un pequeño descansillo, frente a una puerta que tenía las tablas algo separadas: la puerta del desván, seguramente. Hasta él llegó el sonido de una voz. Sebastian prestó atención. Alguien estaba leyendo en voz alta, lentamente, con una voz grave pero bien articulada:
"Fue hace una semana, el ocho de abril. Exactamente, al día siguiente de la feria de Châteaurenaud, en la que mi pequeña Rosalía había disfrutado tanto. Es la una de la tarde. Subo al desván para decirle a Rosalía que acaba de sonar la campana de la escuela. En el suelo, unas manchas de sol. Pero fuera sopla el viento del Norte; sopla alrededor de la casa como si quisiese derribarla.
"-Vamos, Rosalía, ven deprisa, León está esperándote para llevarte a la escuela.
"No recibo respuesta. El columpio se cuelga de la gruesa viga, aún se balancea; como si mi hijita acabase de dejarlo un momento antes... Pero Rosalía no estaba... Busqué por detrás del viejo armario, detrás de los baúles, por todas partes... Entonces me asomé a la ventanita, la que da al campo. Y miré a lo lejos con mis gemelos. Las praderas, el río, los bosques, todo se veía nítidamente a la luz del sol, como en una postal, con un gran cielo azul frío encima.
"Fue entonces cuando, escrutando el horizonte, vi una cosita roja que revoloteaba por encima de las colinas, arrastrada por el viento. Parecía una muñeca de papel viajando por los aires gracias al paracaídas de su falda hinchada. Poco a poco aquella pequeña silueta se fue perdiendo de vista. Y entonces..."


(Los Alegres Viajeros, de Marcelle Lerme-Walter, pp. 16-17)

7 comentarios:

Bett dijo...

=)

No tienes porque seguir escribiendo los Truentos, me quedo con la historia de Sebastian hasta aca!
Gracias igualmente por el gesto...

Yo ya me subí al árbol, creo que voy ganandote la carrera!

Un fuerte abrazo!

Pd: pasa despues por tu sonrisa!

Bett dijo...

Lease tuentos y no truentos :P

Guitarrero dijo...

Sí, creo que eso haré.

Total, al final siempre ganan los buenos. En un cuento para mayores de nueve años, es lo que pasa.

Buenos días a todos. Me voy a mover los pies.

Ara. dijo...

Yo no creo que siempre ganen los buenos, en la vida real... eso no es cierto.

¿Puedo empezar a ser mala? por probar a ver qué pasa ;p

Guitarrero dijo...

Uff, la vida es para mayores de nueve años... aunque ellos también la vivan.

La pregunta es si sabrías ser mala y vivir en paz. Si es así, quizá es que más que ser buenos, somos tontos.

Yo también tengo un secreto...

Buenos días.

Ara. dijo...

Hay momentos en los que hay que elegir entre la moral y el seguir a flote como sea, yo personalmente suelo ser bastante egoísta y siempre elijo sobrevivir.

Besos de una egoísta viva ;*

Bett dijo...

Javi! leistes el msj que deje por ahi en el primer tuento?